En los orígenes del teatro, ya vimos que su esencia proviene de contar a los ciudadanos historias de su vida cotidiana, mostrando los conflictos y situaciones adversas que podían sufrir cada uno en carne propia; la gran mayoría acababan con una moraleja, o algún tipo de enseñanza que mostraba cómo el premio o recompensa siempre se conseguía si se seguían las reglas de la moral, o al menos lo que ellos, nuestros ancestros más antiguos, pensaban que era lo correcto.
Durante la época griega y romana, donde verdaderamente el teatro tuvo su era dorada, todos estos espectáculos tenían lugar al aire libre, como bien evidencian los famosos anfiteatros y teatros que todavía hoy pueden verse en algunos lugares. De hecho, hay quién piensa que ese acercamiento al público, mucho más que la distancia de un escenario alto al patio de butacas o a un palco, era lo que hacía que este entretenimiento tuviera tantos adeptos (claro que en aquellos tiempos no existían cines, ni móviles, ni internet ni ninguna de nuestras modernas maneras de ocio), pues el público en muchas ocasiones interactuaba con los actores y se hacía parte de la obra de alguna manera. Si este espectáculo público era tan beneficioso para el espectador, ¿cómo es que la grabación de porno clandestino en la Alhambra en nuestros tiempos levanta tantas ampollas, olvidándonos que también esta puede ser una forma de arte escénica?
Porque esto causó que se interpusieran quejas oficiales, no es que haya muchos comentarios sobre el asunto, y ya puedes imaginar que la gran mayoría son de carácter negativo. Y es que no parece que eso de grabar pornografía al aire libre, mostrando tias follando abiertas de piernas como si nada, aprovechando los escenarios naturales y las reacciones reales de la gente que casualmente está allí, sea muy del agrado del público. Sin embargo, ¿no estábamos hablando de la cercanía de los actores con sus espectadores, de la de los artistas con aquellos a los que va dirigida su obra? ¿No consideramos el cine porno un arte, o chocamos con la ética o la decencia mal entendida, que nada o muy poco tiene que ver con el devenir artístico? De seguro hay opiniones para todos los gustos.
Es difícil sopesar si para experimentar nuevas formas de exhibir el arte merece la pena causar escándalo o algún tipo de terremoto intelectual en la sociedad. Seguramente los puristas dirían que precisamente esa es la esencia del arte y su objetivo último, remover los cimientos de cualquier sistema ético y mostrar otras realidades aún de manera abrupta y poco delicada; pero otra gente mucho más calmada apelaría a ciertos valores morales, que seguramente irían en contra del exhibicionismo de algo que debe ser tan íntimo como las relaciones sexuales. Quizá esto de grabar películas porno en medio de la calle o en algún sitio público esté más relacionado con los asuntos materiales que artísticos; es decir, se busque ahorrar dinero en escenarios, o se busquen reacciones naturales de los espectadores que no haya que pagar, quizá aprovechar los hermosos paisajes de nuestras ciudades…
Pero como sea, uno siempre debería contar con el apoyo del público en esta clase de cosas, que es el que realmente tiene la razón. Puede que sea algo innovador el teatro, el cine, las declamaciones, la lectura y hasta las grabaciones porno en lugares públicos, pero ¿es necesario siempre volver a las raíces de algo para mejorarlo? También se corre el peligro de perjudicar aquello que queremos ensalzar, si nos olvidamos que, si bien la práctica es la misma, las circunstancias pueden no serlo. La humanidad no es la misma que hace muchos siglos atrás, y tener en cuenta esto también es ver por el arte, no lo dudes.